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"Relaciones contaminantes"

Veo y reconozco mis conductas

Envidioso

No soporto tu presencia II

amorNOes

El siguiente cuento es tremendamente revelador respecto a las emociones del envidioso:

 

Había un rey que se dio a la tarea de saber que era peor... la envidia o la avaricia.

Quién sufría y hacía sufrir más... el envidioso o el tacaño. 

Para cumplir su propósito llamó a dos personas y les dijo:

“A uno le daré todo lo que me pida, pero al otro le daré el doble”

Entonces el envidioso dijo: 

“A ver si lo entendí bien, ¿todo lo que te pida me lo darás, pero al otro le darás el doble?”. 

“Sí”, contestó el rey. 

Luego el envidioso le dijo al avaro: 

“Pida usted primero”.  

“De ninguna forma”, contestó el avaro, “primero los caballeros”. 

Entonces el envidioso dijo: 

“De acuerdo, yo pido primero, sáquenme un ojo”.

 

En pocas palabras:  “primero muerto que yo aceptar que tú tengas más de lo que yo poseo”.

 

Mucho enfado, tristeza, sufrimiento e ira vive la persona con este “cáncer en el corazón”.  Estas son emociones que con lentitud destruyen internamente a la persona.

 

La envidia se origina por la idea de que si se llega a tener lo que el otro posee, podrá ser feliz.  No ha caído en cuenta que su autoestima está pobre, lastimada y debe de tener como trabajo prioritario reestructurar su valía personal.  Dejar de mirar lo que otros tienen, para centrarse en sus capacidades y en definir sus objetivos.

 

La envidia acorta la visibilidad y ejerce la misma función de la neblina: no permite ver más allá de lo que está al alcance de sus ojos:  los logros que ha obtenido la persona a la que envidia.  Y así la energía se pone en el lugar equivocado y no en la búsqueda de las mejores oportunidades.

 

Desafortunadamente la ceguera de la envidia le hace pensar que nunca podrá obtener o ser del carácter, capacidad y posición de su envidiado.

El Doctor Bernardo Stamateas afirma en su libro “Gente tóxica”, lo siguiente:

 

“La envidia nos desenfoca y conduce nuestra energía hacia el flanco equivocado, hacia “el otro”, en lugar de buscar dentro de nosotros mismos las mejores oportunidades.  Es un sentimiento tan completo y cegador que no te permite ver lo que está delante ni aquello que sólo a ti te pertenece.

 

Justo cuando tu estima y tú ya estén seguros de sus capacidades y habilidades, cuando hayas determinado que nada te moverá del objetivo a seguir, nadie más te despertará envidia.

 

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