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"Te conozco mascarita I"

Iniciamos la relación contaminante de la persona falsa.

 

Inevitablemente todos los mortales actuamos de alguna manera en el teatro de la vida, formamos parte de la mascarada.  En el camerino personal tenemos almacenadas todas las máscaras necesarias de acuerdo a la obra de cada día, de cada momento, en los que necesitamos actuar. 

 

Poco a poco nos convertimos en expertos actores de identidades falsas, nos olvidamos de observar y honrar en el espejo y sin ningún maquillaje al ser único e irrepetible que existe en nuestra esencia. 

 

Cuando la simulación es parte de la vida anula las potencialidades y recursos que pertenecen a cada ser humano, no se ponen en marcha.  La misión que nos es encomendada dentro de la historia humana y que también es única, quedará igualmente inconclusa.

Estas son algunas de las máscaras más usadas:

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Máscara del poder

“Has de saber que yo conozco a...”   “Cuando tengas alguna bronca, tú avísame yo tengo ‘vara alta’ con…”  “En mi trabajo he tenido la oportunidad de codearme con personas muy importantes...”

 

Vive sobre los hombros de las personas que considera de gran estatura, y desde ahí trata de “apantallar” a medio mundo.  Sus conductas son “trepadoras”.  Según esa persona, vale de acuerdo al poder que adquiere por sus ‘conocencias’.

Máscara de superioridad

“A partir de mi doctorado...”   “Gracias al descanso que tomo en mi casa de campo...”

“Desde la gerencia general que presido en mi empresa…”

 

Vive envuelto en su curriculum y su cuenta bancaria.  Se pasea entre los mortales ignorantes y pobretones, “faroleándose” .

Máscara de víctima

La mueca del sufrimiento la tiene fija en la máscara que usa, las veinticuatro horas del día.  Su protagonismo lo centra en la enfermedad y el desprecio que le propinan los demás.  Tiene bien fijo un objetivo:  a fatalidades nadie me puede ganar.

 

“Este cuerpo que ya no me responde...     “¿Cómo he podido merecer esta mala suerte?”...

“No sé que he hecho en la vida que me tratan como basura…”

 

La persona va necesitando cada vez más, la máscara elegida y por consecuencia va ignorando su esencia verdadera, hasta el punto de no poderse reconocer a sí mismo.

El pegamento que se usa para fijar la máscara acaba con la piel del verdadero yo.

"Te conozco mascarita II"

La función de la máscara es “despistar” al otro para que no mire el poco valor que el enmascarado piensa que tiene, de esa forma protege su vulnerabilidad.

 

Hay algo verdaderamente interesante: El que vive la relación contaminante de la falsedad pierde la noción de que trae puesta su máscara,  es mucho más fácil que la persona que está frente a él se de cuenta de su engaño. 

 

Quizá con algún sarcasmo silencioso está diciendo:  “Te conozco mascarita”.  De esta forma los más engañados somos los portadores de las máscaras.  Cuando los otros se hartan del espectáculo una y otra vez repetido, se alejan poco a poco y  la soledad se apodera de la vida de “los actores”.

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Hay algo más que es importante puntualizar, todas las personas usamos máscaras más o menos de acuerdo a los miedos que acarreamos desde nuestra infancia y, si reconocemos la máscara que usa la persona que está frente a nosotros es que conocemos el disfraz que también utilizamos.

 

Una pregunta que haría entrar en crisis sería… “Y tú, ¿quién eres sin poder tener a la mano la máscara de la prepotencia, de los conocimientos o de la víctima?”. 

 

Ahí viviría lo que le pasó al protagonista del cuento de Jalil Gibrán:

Había un hombre que se había hecho siete máscaras y las usaba todo el tiempo. Un día entraron los ladrones a su casa y las robaron.   Los persiguió por todo el pueblo gritándoles  “Ladrones les suplico que me regresen mis máscaras”

 

Los ladrones empezaron a trepar por un edificio y el hombre levantó sus ojos para verlos y, por primera vez los rayos del sol tocaron su rostro, y sintió su calor.

 

Lo que salió de sus labios con grande voz fue:  “Ladrones, sean benditos porque me han dejado sin mis máscaras”

Retomar el pasado, el inicio del sufrimiento que impulsó a buscar el refugio de la máscara, es fundamental.   Esto significa un trabajo personal que resulta difícil porque es necesario volver atrás para tomar al niño asustado, al jovencito desvalido, ninguneado, que necesita buscar muletas para caminar y escaleras para treparse y de esa forma enfrentarse a la competencia y a las deslealtades.

 

Se debe ejercitar “las piernas” de la autoestima para ponerse de pie y tomar el camino apoyándose en sus capacidades, esfuerzos y logros, y no en la torpe tarea de enmascararse automáticamente ante las adversidades.  

 

Es una decisión personal, recibir ese “calorcito del sol” que empieza a inundar el rostro del que quiere ser fiel a sí mismo.

"Te conozco mascarita III"

Para no regresar “a la tienda donde se alquilan disfraces” es necesario reescribir cada uno de nosotros su biografía, reconocer el potencial personal para poder así renunciar al cobijo de las fantasías.

 

La seguridad interior es tarea inaplazable y nace de saber que sea cual sean las circunstancias a las que nos enfrentemos, seremos capaces de resolverlas.

 

En tu creatividad y disposición radica la seguridad necesaria para construir y fortalecer tus sueños personales.  Nadie alcanza el éxito sin el condimento del entusiasmo.  Mae West afirmaba:  “Tu verdadera seguridad eres tú mismo.  Sabes que puedes lograrlo y eso nunca lo podrán controlar”

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Al despojarte de máscaras fraudulentas poco a poco los cambios aparecerán ante tus ojos:

 

- No dependerás de nadie que no seas tú mismo para lograr llegar a tus metas.

 

- Confiadamente hablarás de tus metas personales y comenzarás a fluir.

 

- Tus palabras te ayudarán a definir cada paso que des y así tendrás la posibilidad de enfrentarte a circunstancias difíciles.

 

- Frente a un espejo podrás declarar cada día, la confianza en ti mismo, la esperanza en tu proyecto de vida y el valor de ser tú y nadie más que tú.

Unas frases para tu reflexión:

 

- "Dios esconde las cosas poniéndolas cerca de ti"

 

- "La habilidad es un oficio y es mejor que una fortuna heredada"

 

- "No hay ninguna seguridad en esta tierra, sólo existen oportunidades"

 

- "Hasta el pájaro carpintero debe su éxito al hecho de haber utilizado su cabeza"

 

- "La manera de funcionar de tu mente sin duda te afecta"

- "Pienses que la vida es fácil o pienses que la vida es dura, en ambos casos tienes razón"

"Te conozco mascarita IV"

En mi opinión es una falta de respeto querer pasar por lo que no se es, pero en último caso, ¿cuánto dura el engaño?.   En mi pueblo aprendí de un ranchero muy simpático la siguiente frase que viene al caso:  “A leguas se ve la pájara que es calandria”.

 

Así es queridos míos, queriendo engañar a los demás, el más engañado es uno mismo.  Ellos muy posiblemente ya nos tienen tomada la medida desde endenantes  Pero es difícil dejar a un lado el disfraz que nos da identidad.  Y así nos la pasamos haciendo teatritos.

 

Y hablando de que yo no soy como tú, una reflexión del Padre de Mello en su libro “Un minuto para el absurdo”.

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“Una buena manera de descubrir tus defectos, dijo el Maestro, consiste en observar qué es lo que te irrita de los demás”.

 

Y contó cómo su mujer, que había dejado una caja de bombones en el estante de la cocina, descubrió una hora más tarde, que la caja pesaba bastante menos: todos los bombones de la capa inferior habían desaparecido y habían ido a parar a una bolsa de papel que se encontraba encima de las pertenencias de la nueva cocinera.  Para no poner a ésta en una situación enojosa, la bondadosa mujer del Maestro volvió a colocar los bombones en la caja y la guardó  en una alacena, a fin de evitar posibles tentaciones.

 

Después de la cena, la cocinera anunció que dejaba su trabajo aquella misma noche.

 

“¿Por qué? ¿Qué sucede”, preguntó el maestro.

 

“No quiero trabajar para personas que roban”, fue su desafiante respuesta.

 

Y completó su lección con la historia de un ladrón que encontró un letrero en la caja fuerte que iba a robar: 

“Por favor no emplee dinamita.  La caja no está cerrada.  Basta con hacer girar el picaporte”.

 

En el momento de girarlo cayó sobre él un pesado saco de arena, se encendieron las luces y la alarma despertó a todo el vecindario.

 

Cuando el Maestro visito en la cárcel al ladrón, éste no podía ocultar su resentimiento:  “¿Cómo voy a poder confiar de nuevo en ningún ser humano?”

Bibliografía

“Los miedos tóxicos”

Bernardo Stamataes

 

“Emociones tóxicas”

Bernardo Stamateas

B, S. A.

 

Mascarita II
Mascarita I
Mascarita III
Mascarita IV
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